Los virus existieron primero en el ámbito de la vida biológica; durante siglos la humanidad los combatió sin conocerlos realmente, hasta la llegada de la penicilina y las investigaciones de sir Alexander Fleming, porque nada se sabía con certeza sobre el comportamiento y combate de los virus. Las posteriores guerras, hambrunas y las colonizaciones de nuevos territorios, hicieron que los antibióticos se convirtieran en una primera necesidad, cercana a la alimentación y al vestido. En los años 80 del siglo XX, la aparición del Sida y de nuevas variantes de la influenza, se convirtieron en un nuevo reto en el que la medicina tuvo que vérselas de nuevo con los virus. Los nuevos descubrimientos y las terapias, condujeron a la humanidad hacia una comprensión cada vez más precisa del comportamiento, combate y posterior simbiosis con los virus. La humanidad comprendió que los virus no sólo nos mataban sino que también nos salvaban la vida; que los virus eran necesarios para una vida equilibrada y normal, y que su combate obedecía a un equilibrio de fuerzas en su interior, lo mismo que su cultivo. La humanidad aceptó los virus y aprendió a convivir con ellos como algo inevitable. Pero, la vida no se queda quieta, ni los hombres tampoco. Los virus que antes eran solo tema de discusión con nuestro médico, pasaron a ser tema de conversación con nuestro técnico de computadoras, y casi desde el inicio de éstas en los años 80 del siglo XX, por cuenta de los mismos que las inventaron y nos las pusieron sobre nuestras mesas. Primero fueron los virus provenientes de los fallos de los sistemas operativos; luego los virus como manufacturas de algunos con intenciones negras (todavía están en las mismas); y luego, no sólo los fallos en los sistemas operativos, los de intenciones negras, y ahora tenemos hackers, es decir, los que entran en nuestras computadoras (y en nuestras vidas) como el gato o el perro de casa. Tenemos que convivir con todo eso, como si estuviéramos en una plaza pública en la que hay que interactuar con todos los que pasan, así nos entusiasme poco. Y a eso vamos, el último eslabón de los virus no para allí, y hasta los hackers son angelitos ante la avalancha de cosas que se desprenden en las redes sociales, mucho más cuando éstas crecen desmesuradamente cada día. Los mensajes de texto, las fotos, los comentarios, las insensateces! Es un mar que nos ahoga como si entrara a nuestra sala y pusiera a flotar los objetos! Esto ha llegado a producir un hastío, sinceramente comprensible: se exacerbó el poder de comunicar y la posibilidad de estar comunicado! Una marea incontenible de objetos como la que queda después de un Tsunami, y esto obliga a todo el mundo a prevenirse, porque los muros de las redes sociales ahogan con sus imágenes y ofertas.... los hackers, los virus, y los primitivos ( y no menos nocivos) troyanos (que también son virus), nos parecen un juego de "pac man" para niños. Los objetos virtuales se volvieron más pesados que los objetos reales. Lo mejor es tomar distancia: saber qué queremos, entrar en sitios seguros; mejorar la seguridad interna de las máquinas y teléfonos inteligentes; buscar lo que nos gusta, sabiendo que esa puerta tiene siempre un precio; ir a cosas seguras y buenas (que las hay y muchas) que nos permitan crecer no sólo como gente sino también económicamente, porque la red lo posibilita. Se trata de estar "en la calle", y de igual modo comportarnos con el mismo respeto y cuidado!
padre Juan Carlos Díaz C
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