La sociedad de la alegría. En otras partes del mundo, lo que cuenta es el estado de bienestar, ese sistema que los sociólogos y los socialistas elaboraron pacientemente durante la guerra fría, inmediatamente después de la segunda gran guerra; en el que el ciudadano recibía las regalías de sus impuestos y de los salarios de los más jóvenes, y que la avaricia hizo añicos en el año 2008. Para nosotros lo esencial es la alegría, la fiesta, el comamos y bebamos que mañana moriremos, como la única tarea para el proyecto de una sociedad emergente. Pero aún la alegría tiene que tener motivo. No hay alegría sin motivo, como tampoco la tristeza se aventura sin razón. Incluso hay quienes nos han calificado como uno de los países más felices del mundo, bajo la premisa de qué, no lo se. Pero, nosotros hacemos gala de ese espíritu macondiano que nos gastamos, incluso haciendo alarde de que " el muerto al hoyo y el vivo al baile" sea una filosofía que desafía todas las adversidades. Por eso bailamos sobre los muertos, para demostrar que somos un pueblo que sabe olvidar la pena y salir presuroso a los brazos de la alegría. No es que esté mal esa catarsis colectiva de un pueblo muy sufrido. Nadie niega el valor de ese empeño por sobrevivir contra todo; lo malo es la superficialidad de una vida que no aprende de la pena, que no corrige los caminos torcidos y que se resigna a que mañana se repetirán los motivos de la pena para tener que salir a buscar los brazos dulzones de la alegría.
Padre Juan Carlos Díaz
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