Escribo en la mañana temprano, del último hipotético día, desde la ventana de mi cuarto...
Los mayas (de los que quedan descendientes en centroamérica) no contaban el tiempo de manera lineal, sino de manera cíclica. Nosotros concebimos el tiempo como una sola línea que tiene un origen y un fin; para ellos el tiempo era una rueda que no paraba de girar en el infinito, porque los hombre solo eran "un momento" en esa cuanta de los días. Lo que hoy celebrarían los sacerdotes mayas auténticos, sería el fin del ciclo de 5.200 años. Para contar el tiempo han existido siempre hombres: unos de lodo, otros de agua y finalmente los hombres de maíz, como lo cuenta el Popol Vuh. Para ellos el pasado no tenía límites como el futuro. Este calendario significaba la necesidad de comenzar de nuevo de los hombres, el mito del eterno retorno. Como los mayas descubrieron el cero, y sus sacerdotes eran verdaderos eruditos en lo que a contabilidades y astronomía se refiere, podían hacer cálculos con cifras muy grandes; y eso les permitió "jugar con el tiempo", y por ello tuvieron varios calendarios (el pueblo solo sabía contar hasta diez, pero los sacerdotes tenían el secreto para contar cifras astronómicas): un calendario civil de 365 días (como nosotros!), un calendario con los días del embarazo; este calendario del que hablamos hoy, de larga cuenta; un calendario de 160 días con el horóscopo y para determinar los nombres y el destino de los nacidos en cada fecha. Los mayas tomaron estos calendarios de los Olmecas y estos se propagaron por toda Centroamérica. Hoy termina el ciclo de los 5.200 años, y empezamos uno nuevo, no desde cero, sino desde uno, el cero solo servía para perfeccionar los cálculos, nada más.
Y aquí seguimos, el mundo no ha terminado. Lo siento por todos los charlatanes, que engatusaron a la gente desde el miedo para engrosar sus arcas, pero lo siento más por la gente que fue engañada.
padre Juan Carlos Díaz C.
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