martes, 26 de marzo de 2013

Renovación de los compromisos sacerdotales








HOMILIA MISA CRISMAL
MARTES 26 DE MARZO 2013



Amados sacerdotes y queridos fieles:


La celebración de la Misa Crismal, a la que asistimos en esta mañana, vuelve a nuestra memoria hechos y momentos trascendentales tanto en la vida de Jesús como en la de sus discípulos y por ende en la nuestra: el llamado de Jesús y la invitación a seguirle, son avalados por su presencia resucitada: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: la paz esté con ustedes. Después de decir esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió la paz esté con ustedes. Como el Padre me envío, así yo los envío a ustedes. Al decir esto, sopló sobre ellos y añadió: reciban al Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados, a quienes se los retengan les quedan retenidos" (Jn. 20, 19-23).

Esta es como la carta fundacional del ministerio sacerdotal que ya desde el antiguo testamento el escritor sagrado había colocado como su origen en el Dios eterno: "tú eres sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec" (Gn. 14, 18; Salmo 110,4) y que aplica ahora al mismo Jesucristo: "Del mismo modo Cristo no se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió del que le dijo: tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy; y en otro pasaje: tu eres para siempre, según el orden de Melquisedec" (Hb. 5, 6).

Pero además, todo sumo sacerdote esta tomado de entre los hombres, para poder conocer mejor la fragilidad humana y el misterio que El mismo encarna; entre estas dos expresiones bíblicas se enmarca la inmensa y misteriosa realidad del sacerdocio católico, que hoy revivimos en nuestra liturgia Crismal y eucarística. Por ello el gran padre de la Iglesia Agustín no dudo en afirmar: "La ordenación de un presbítero es una obra de Dios" (Contra académicos 126, 6).

En el sacerdocio eterno de Cristo la tradición escriturística y la doctrina de los padres de la Iglesia, han reflexionado a través de los siglos, procurando enseñarnos la grandeza del misterio del que somos llamados a participar: no es el pago a ningún merecimiento personal, al contrario es un regalo, una incomprensible gratuidad, un oficio que nadie puede arrogarse, y del que siempre hemos de estar sobrecogidos en razón de su propia naturaleza.

Cómo debe ser el sacerdote de hoy, inmerso en la maravilla de la tecnología y los logros de la cultura actual? !Pregunta no fácil de responder! Nos exigen un genero de vida peculiar, pero ante todo una conducta que manifiesta la dignidad que se nos ha dado; y es en el testimonio, en el servicio y en la búsqueda de la identidad con Jesús buen pastor, donde sólo encontraremos la respuesta adecuada: se trata en definitiva de ser buenos pastores, capaces de desplegar innovación y audacia pero siempre de la mano de Dios, sin renunciar jamás a nuestra primera condición de cristianos que se nos dio el día de nuestro baño lustral en el sacramento del Bautismo: Así predicó el pastor de Hipona en el sermón 46 y 47: "Al pensar en nosotros se han de tener en cuenta dos cosas: una que somos cristianos; otra, que somos superiores. Por el hecho de ser superiores, se nos cuenta entre los pastores si somos buenos. Por el hecho de ser cristianos, somos también ovejas como vosotros… Aunque somos pastores, el pastor escucha con temblor no solo lo que se dice a los pastores, sino también lo que se dice a las ovejas".

He aquí un inalterable programa de vida; se trata simplemente de que todos vean en nosotros imitadores y servidores, al ejemplo de Jesús; que hablemos siempre en la verdad del evangelio y acojamos en la misericordia del Padre bondadoso; que estemos siempre a la escucha de la palabra de Dios y seamos capaces de elevar nuestro espíritu a la esfera de lo Superior; que no pronunciemos nuestras palabras, y que por el contrario que !cuantos nos oyen, oigan a Dios y no la vaciedad de nuestro discurso!. ¿Quién soy yo, - se preguntaba Agustín en una predicación, que no oigo lo que en mi interior se habla y quiero que oigan otros oigan lo que por mi se dice? Oiré primeramente; oiré, y sobre todo, oiré lo que en mi interior habla el Señor Dios, porque hablará paz a su pueblo. (Ena in Ps 49, 23). Y mejor aún: Los buenos operarios son aquellos en los que obra Dios… Todo ministro del Señor ferviente en el Espíritu es fuego abrasador… (Ena in Ps 70 y 103).

El mundo actual que nos urge metodologías y procesos para nuestra labor pastoral, no es menos sensible para exigirnos identidad, servicio generoso y gratuidad; el ejemplo de tantos sacerdotes  que han trasegado en la evangelización de nuestro país, no puede sernos ni desconocido ni extraño. Cuántos han servido con verdadero espíritu de entrega incondicional y en todos ellos se ha cumplido esta evangélica petición: "El que preside a un pueblo debe tener presente, ante todo, que es siervo de muchos. Y eso no ha de tomarlo como una deshonra…"

Y vueltos a nosotros mismos, no está por demás recordar la delicadeza en la conducta y el referente moral de nuestra vida: "mirando a nosotros mismos, nos basta nuestra conciencia; mas, en atención a vosotros, nuestra fama no solo ha de ser sin tacha, sino que debe brillar entre todos. Retened lo dicho y sabed distinguir. La conciencia y la fama son dos cosas distintas. La conciencia es para ti; la fama para tu prójimo. Quien, confiando en su conciencia, descuida su fama, es cruel" (Sermón 355, 1). Los momentos más tristes, melancólicos y mal hadados de todo ministerio no son los que provienen de la debilidad de nuestras ovejas, sino de las flaquezas del pastor; porque: " aunque el pastor esté presente para quienes obra mal no es pastor" (Sermón 46, 16).

Este es, entre otros, un gran reto personal que no podemos olvidar. También a las ovejas corresponde una respuesta llena de valor y audacia para que los pastores puedan encontrar eco a sus palabras y respuesta a sus propuestas.

Alabamos y agradecemos a Jesucristo, pastor de pastores el que siempre regala a su Iglesia sacerdotes según su corazón.

Quisiera concluir con este bello pensamiento: "!Lejos de nosotros decir ahora que faltan buenos pastores; lejos de nosotros el que falten, lejos de su misericordia el que no nos los produzca y establezca! En efecto, si hay buenas ovejas, hay también bueno pastores, pues de las buenas ovejas salen los buenos pastores… Si nosotros, los pastores, apacentamos con temor y tememos por las ovejas, no han de temer las ovejas por sí mismas. A nosotros, pues, toca la solicitud a vosotros la obediencia; a nosotros la vigilancia, a vosotros la humildad del rebaño". (Sermón  146, 1).

Que la Virgen María Nuestra Señora de la Paz y la Pobreza, patronas de nuestra Diócesis y ciudad, fortalezca nuestra caminar de pastores, y sea siempre modelo de obediencia e imitación. Ella, nos guíe y acompañe y lleve, como madre solícita, a buen final nuestro caminar sacerdotal. 

Monseñor Alejandro Castaño Arbeláez
Obispo de Cartago

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